FELIZ AÑO 2019

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Feliz año a todos los que formáis, en menor o mayor medida, mi familia elegida y/o de sangre. 💚 Doy GRACIAS infinitas a la vida 🙌🏼 ¡Soy tan afortunada! El 2018, como todos los años de mi vida, ha sido … Sigue leyendo

El lado bueno de las cosas

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Sí vale, no he sido muy original con el título. Pero es el que tiene que ser. Veréis. El pasado domingo, por la noche, y sin venir a cuento (estas cosas nunca vienen a cuento) me dio un fortísimo dolor … Sigue leyendo

Palabras.

Este calor no me deja escribir. O al menos, no me deja escribir como yo quiero. Encerrándome en mi mundo. Y cerrando después con llave.

Un jersey de lana gorda. Y si es gris o blanco, mucho mejor. Un café caliente. La chimenea chisporrotea. Fuera hace frío, está nublado… Va a llover. Qué placer. Las palabras van y vienen, suben y bajan, se pasean de mi cabeza a mis manos. Pasan por mis ojos, por mis labios. Unas salen por los poros de mi piel, y el roce me excita. Otras, aún no se atreven y se esconden. Cojo unas cuantas, las presento y sus risas de complicidad inundan mi mundo. Y como está cerrado con llave, nadie las oye… Sólo yo. Y las hago mías. Para siempre mías. Y cuando salen engalanadas, coherentes, tranquilas, huelen a rosas. Huelen a limpio.

Pero con este calor no puedo. Me llaman, están en mi cabeza, pero no las puedo ayudar a salir. Se topan con el sudor. Se tropiezan con los gritos de la gente en la calle. El bullicio del verano aturde tanto, que no puedo cerrar mi mundo con llave. Ni ellas, ni yo estamos tranquilas. Ni nada huele a rosas. Ni a limpio.

 
Las palabras que se agolpan desordenadas en mi cabeza, y yo, ansiamos la vuelta del invierno. De la calma. Del silencio. Mientras, el sudor lo inunda todo. Y nada huele a rosas. Ni a limpio.

Pero mientras, Don Boadi, os envía recuerdos.

MJ

Asumiendo.

Suelo estar alegre. Pero esta semana ha sido dura. Bastante dura. Y mi alma llora.

Mis mejores momentos los he disfrutado en el trabajo y en el gimnasio, donde siempre soy inmensamente feliz.

Pero esta semana ha muerto la madre de una de mis amigas. Una persona que quiero muchísimo. Y me duele.

  
Quiero que pase el tiempo y que sus ojos vuelvan a brillar. Quiero verla sonreír. Porque la buena gente, no debería sentir la muerte tan de cerca.

Como soy positiva, no por instinto, sino por supervivencia, intento aferrarme a las cosas alegres; así que miro al rededor. Hago balance. Y, aunque «haberlas haylas», no hay tantas como otros años…

Mañana será otro día, y brillará el sol (hablo metafóricamente, porque a mi que brille el sol a más de 15° me amarga la existencia) y volveré a sonreír, pero hoy dadme una concesión. Necesito llorar, y revelarme contra esas cosas de la vida sobre las que no podemos luchar. Esas que hay que asumir y ya está.

Pues, aquí me quedo. Asumiéndolas… Y ya vendrán tiempos mejores.

Feliz fin de semana para todos.

MJ

Valorar lo que se tiene.

No me caracteriza mi facilidad para adaptarme a situaciones nuevas. Soy mujer de costrumbes, aunque esas costumbres sean sólo mías y caóticas. Quizá otro día le dedique un post a este tema.

El caso es que en mi caos necesito un orden. Porque valoro mucho lo que tengo, cuando lo tengo y cuando no lo tengo.

La salud. Me inunda la rabia cuando me invade un simple catarro… ¿Cómo un virus tan «simple», te puede inhabilitar tanto? No me imagino problemas graves… Toquemos madera.

El dinero. Sin faltarme, muchas veces me pregunto que, tiene que ser la hostia tener «la vida resuelta», ¿no? Ya sabéis, como los ricos, los de verdad.

El agua. ¿Alguna vez habéis pasado sed? Pero no hablo de un: —¡Ay qué sed tengo! ¡No! Hablo de comerte dos bolsas de chucherías, una bolsa de patatas fritas y gusanitos (de los naranjas), en un largo y divertidísimo viaje con mi amiga Ana, y no encontrar una puñetera gasolinera en 200.000 km. (o quizá algunos menos). Os hablo de una sed de la que se te pega la lengua al paladar y «hablaz draro». Una sed que te deja tan cao que no puedes parar de reir. Una sed que te confunde y que hace que te pierdas 50 veces, eligiendo SIEMPRE caminos y/o carreteras, sin gasolineras ni bares… ¡Oye! ¡Ni un «puticlub»! 

El silencio. Ay… Esto sí que me desequilibra… Necesito silencio, y cuando lo necesito me molestan hasta las moscas… ¡Qué coño! ¡Las moscas me molestan siempre! El silencio que yo quiero es el auténtico. Ni olas, ni pajaritos, ni leches. Lo que viene siendo SILENCIO puro… Me relaja sólo imaginarlo… 

La soledad. Ya os he contado en uno de mis post que soy hija única. https://donboadiyyo.wordpress.com/2014/11/28/cuando-eres-hijo-unico-tu-mundo-es-mucho-mas-pequeno/ No tener hermanos te enseña a disfrutar estando sola. Y cuando eres adulta, ese disfrute se convierte en una necesidad. Confieso que dependiendo del momento y las circunstancias, esa necesidad se puede volver imperiosa. Debe ser este un tema espinoso, pues la soledad no deseada es dolorosa. No os creáis, también la he sufrido, aunque estuvo enmascarada por un dolor mucho mayor.

El amor. Esto sí que es complicado… En mi caso particular, si a mi alrededor no siento amor, me marchito. Me apago. Me debilito. Y enfermo. Así de simple. Es una necesidad vital. Tanto como el respirar.

El pis. Os parecerá gracioso el tema. O no, si alguna vez habéis sentido las urgentes ganas de miccionar y no habéis podido… No creo que os pueda describir la sensación… Me entran sudores fríos, solo de pensarlo.

Yo no buceo, pero mi marido sí, así que en un acto del amor más puro, me enfundé en el traje que debe llevar satanás en sus peores fechorías. En un traje de neopreno. De esta guisa me eché a la mar, en los mares de Zanzíbar… La ida fue espantosa y larga. Como imaginareis, ya ahí, empecé a hacerme pis. El «durante» fue cojonudo también. Yo sola en la barca. 3.000 Zanzibareños alrededor, mi traje de neopreno, un sol de justicia que hacía que el traje fuera en mi cuerpo un tatuaje, más que un traje. También estábamos mi vejiga, llena, cual botija del mesón más alegre, y yo. ¡Quė picores por todo el cuerpo! Pero quedaba LA VUELTA. ¡Ay la vuelta! Fue peor que una pesadilla. A esas alturas tenía por seguro que mi vejiga nunca recuperaría su forma original. Esto fue aderezado por varios buceadores vomitando por doquier a causa del intenso oleaje. Agua para arriba, agua para abajo. En mitad del trayecto, un fulano suplicó que pararan el barco porque se meaba. Atónita me quedé. —¿Quė tú te meas? ¡Ja! Pero ea, que le paran el barco, el tío se saca la «chorra», mea en el mar y continuamos nuestro lindo trayecto. Estoy algo confusa pero creo que le maté y le tiré por la borda, con su pis.

Cuando llegamos a tierra, creedme, no podía andar. Y no, no me podía mear encima, no sé porqué, pero hasta que no llegamos al centro de buceo, previo traqueteo de furgón de 15 minutos, no fui capaz.

Lloré. Cuando conseguí hacer pis, lloré. Y juré no volverme a poner ese p… traje, en la vida.

Disfrutad de todo lo que tenéis, nunca se sabe en que momento se puede perder.

MJ

La sensibilidad de los años

Ay Don Boadi como añoro otros tiempos… Añoro los años en los que mi juventud y mi egoísmo me tenían ensimismada en “mi mundo”. Añoro los años en los que la palabra «añoro» no significaba nada.

Hablo de esos años en los que no existe el peligro, la violencia, el hambre, las injusticias, las guerras, el maltrato. No existe, porque no lo ves.

Tú estás en tu mundo. ¡Y bastante te entretiene ya! No das a basto para resolver y disfrutar de tantas cosas….

Los problemas de tus amigas, ¡en los que hay que estar! Y estás.
Ir de compras con tus amigas.
Hablar con tus amigas. Hay muchos temas “pendientes”…
Dejar de hablar a tus amigas. Y llorar toda la noche.
Sacar adelante tus estudios, estudiando con tus amigas.
Los planes para el fin de semana próximo, con tus amigas.
Las discusiones en casa cuando llegas tarde.
La preparación de las vacaciones con la panda.
Las movidas con tu novio. Y llorar toda la noche.
La mini lorza que no consigues quitarte y te trae por la calle de la amargura.
Tu precaria economía.
Ya ves, un mundo agotador… ¡No cabe, ni nadie, ni nada más!

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Pero el calendario avanza, y la sensibilidad de los años te muestra un mundo diferente. Y de repente te das de narices con el dolor, el peligro, la tristeza, la injusticia. Y lo que antes, aún importándote, no te escocía, ahora te araña provocando un dolor, años atrás, inimaginable.

Sufres por los demás como si fueran de tu familia. Y en los demás incluyo animales y personas, dependiendo de la sensibilidad de cada cual, nos importarán más unos que otros, o quizá ambos.

Para luchar contra la sensibilidad de los años, hay temporadas que la televisión y yo nos damos una tregua. En esa tregua me construyo un mundo ideal. En él, sólo pienso en lo bueno que hay en mi vida. Entierro mis problemas y los de los demás. Respiro en mi burbuja de papel. Es muy fina, maleable y frágil, pero aguanta lo suficiente hasta reponer fuerzas.

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Cuando salgo de mi burbuja, el mundo es de color de rosa y yo estoy cargada de energía. En ese momento, me puedo volver a enfrentar a la sensibildad de los años. Y ahí me veo de nuevo, plantada en el mundo de los adultos. Ese que duele… por la sensibilidad de los años.

Y de nuevo comienza el ciclo del desgaste. Y de nuevo me topo con el mundo doloroso, peligroso, triste e injusto. Y duele. Porque la sensibilidad de los años te enfrenta a la realidad. Pero mi burbuja de papel, fina, maleable y frágil, pero de mil colores, y yo, la engañamos para poder sonreír siempre. ¡Y lo conseguimos!

Y tú, ¿tienes una burbuja?

MJ